Cuando los hijos son adultos, muchos padres observan con cierto asombro las diferencias de comportamiento de cada uno. Intentan explicarse a sí mismos que han educado a ambos del mismo modo. Sin embargo, la realidad es que siendo los mismos padres, la etapa vital de cada nueva experiencia es diferente. Y estas diferencias influyen en la familia. No de un modo negativo, sin embargo, sí son condicionantes que muestran la evolución de cada ser humano en la experiencia continua del vivir.
Uno de los factores más evidentes es el número de embarazo. No tiene nada que ver el primero, con el segundo o el tercero. La incertidumbre, la falta de experiencia, la novedad y los cambios que se producen en este momento se magnifican desde el desconocimiento que vive una madre primeriza. La perspectiva es totalmente diferente a partir de la experiencia de haber vivido ya un embarazo. Tampoco es el mismo el rol que ocupa cada niño. Por ejemplo, es frecuente sobreproteger al primero que, en algún momento, puede vivir el síndrome del príncipe destronado cuando llega el segundo bebé.
Factores que marcan la diferencia en la experiencia de la maternidad
Por otra parte, cuando una pareja tiene un hijo, toda su atención está destinada a ese niño. El tiempo en familia gira en torno al pequeño. Sin embargo, cuando llega un nuevo miembro a la familia llega una nueva persona que tiene necesidades que atender. Por tanto, la distribución del tiempo también cambia en el hogar para repartir los afectos de un modo equitativo.
Otro factor determinante en la experiencia de la maternidad o la paternidad es la edad. Por ejemplo, existen diferencias entre la maternidad tardía, y la vivencia de ser madre joven. Y mientras que existen madres que prefieren que sus hijos se lleven poco tiempo de diferencia, en otros casos, la diferencia de edad de los niños es mayor. Y esto hace que la madre también tenga un nivel de madurez y experiencia diferente gracias a este dato del calendario. Esto hace que, desde la perspectiva de la madurez, la mujer valore actuaciones previas que tal vez, no volvería a repetir ahora. Esta es una experiencia muy humana. Y también puede suceder que mientras que con el primer bebé se tenía mucha paciencia, con el paso del tiempo y el cuidado de más hijos, la persona sienta que ya no es tan paciente como antes.
De un modo positivo, lo que cambia entre el primer y el segundo embarazo es que mientras que generalmente, en la primera maternidad las parejas tienden a comprar de más, cosas que incluso no llegan a utilizar en el cuidado del bebé, en la segunda experiencia se tiene una visión más práctica para comprar lo necesario. Y además, pudiendo aprovechar muchas de las cosas del primer nacimiento.
Cambio en la situación profesional
Además, las circunstancias profesionales también pueden ser totalmente distintas en un embarazo y otro. Y dada la importancia que tiene el trabajo en relación con la felicidad, este factor también puede crear una huella a nivel anímico.
En este sentido, todavía muchas mujeres sienten cómo la maternidad supone un estancamiento en su carrera profesional. Todavía se produce una dicotomía entre aspiraciones que no son incompatibles, sin embargo, la conciliación laboral todavía resulta especialmente compleja.
Cada embarazo es diferente porque las circunstancias de cada experiencia también lo son. Y esto hace que el valor de la familia tenga un significado especialmente emocional. Cada persona es distinta como se puede observar incluso en el caso de niños gemelos que habiendo nacido en la misma fecha, desarrollan una personalidad totalmente diferente que no es más que el resultado de esa necesidad de autoafirmación de la identidad.
Cambio en las condiciones de cada embarazo
Cada embarazo y cada parto son distintos. Algunas mujeres tuvieron una experiencia de embarazo sin ningún tipo de molestia y un parto rápido, pero también experimentaron el punto contrario de vivir una gestación con mayores complicaciones en el futuro. Todos estos factores marcan una influencia directa en la actitud personal de cada vivencia de maternidad. Por esta razón, es recomendable no establecer comparaciones constantes entre un embarazo u otro. Porque la base de la comparación nunca resulta del todo objetiva. Existen muchos matices que intervienen en cada experiencia. Dejando una huella inevitable.
Sin embargo, lo que sí es muy recomendable, es que cada persona tome conciencia de que, a partir de estas diferencias, es mejor comprender la naturaleza única de la maternidad. Entendiendo que cuando tú das a luz a un nuevo ser, esa nueva vida también te está cambiando a ti en cierto modo. Porque estableces un nuevo vínculo de amor incondicional con vocación de eternidad. Y este compromiso te implica de forma afectiva como protagonista.
En muchos casos, también cambia la propia situación de pareja en cada embarazo. De hecho, este suele ser el principal foco de cambio familiar. La calidad de la comunicación, el tiempo compartido juntos, la empatía y el propio amor, pueden no ser lo mismos.